sábado, 20 de febrero de 2010

Número de Católicos aumentó en en mundo

En Asia y Oceanía es notoria el crecimiento del Catolicismo.

Otra muy buena noticia

En una nota del Vaticano en la que se sintetizan algunos datos del anuario, se explica que comparando estos datos con la evolución de la población mundial en el mismo periodo -que ha pasado de 6.620 a 6.700 millones- los católicos pasaron a representar del 17,33 al 17,40 por ciento.


Según los datos recogidos en las 2.945 circunscripciones eclesiásticas del planeta, el número de obispos en 2008 aumentó un 1,13% pasando de 4.946 a 5.002.


También creció el número de sacerdotes, diocesanos como religiosos, que pasaron de los 408.024 en 2007 a los 409.166 en 2008, de los que el 47,1% está en Europa, el 30% en el continente americano, el 13,2 en Asia, el 8,7 en África y el 1,2 en Oceanía.


Los datos del nuevo anuario revelan que el número de religiosas, a pesar de que siguen siendo el grupo católico de mayor peso numérico, desciende progresivamente.


Si en 2000 eran 801.185, en 2008 han descendido un 7,8 por ciento y ahora son 739.067, sobre todo en Europa (- 17,6%) y también en América (-12,9%) y Oceanía (-14,9%), mientras que aumenta el número de monjas en África (16,4%) y en Asia (16,4%).


Por otra parte, según los datos del Vaticano aumentan levemente las vocaciones, un 1 por ciento, al pasar de los 115.919 candidatos al sacerdocio de 2007 a los 117.024 de 2008.


Las vocaciones aumentan sobre todo en áfrica (3,6%), en Asia (4,4%) y en Oceanía (6,5%), mientras que disminuyen un 4,3% en el Viejo Continente y permanecen estables en América. [1]


Nota:



viernes, 19 de febrero de 2010

65 aniversario del bombardeo a la Población Civil de Dresden

Bombas de naplan usadas en Dresden





Del 13 al 15 de febrero de 1945, los ''aliados'' en su afán de supuestamente sembrar terror en los alemanes, no tuvieron mejor idea que lanzar miles de toneladas de bombas de naplam, algo que estaba prohibido por la Sociedad de Naciones (actual ONU). Dresden era una ciudad de civiles, todos eran refugiados de guerra, era una ciudad-hospital, sin ninguna importancia militar que digamos, pero eso no le importó al masón y fanático antialemán, un tal Winston Churchill. El asunto es que no lograron su objetivo: las fabricas alemanas continuaron funcionando como si nada hubiese pasado y la moral y el espíritu del pueblo germano seguían inquebrantables. El objetivo ''aliado'' era terminar con esa guerra a mas tardar en agosto de 1944, pero ya estaban en febrero de 1945 y los avances de los aliados no eran los esparados. Los rusos querían llegar a Normandía y barrer con Francia y España para 1943 pero la tenaz resistencia alemana les obligaba a mantenerse en Europa Oriental.






¿Que hacer? Sembrar el terror. Según el mismo Churchill:





"Me parece que ha llegado el momento en que debe ser revisada la cuestión del bombardeo de las ciudades alemanas por el simple motivo de incrementar el terror con cualquier pretexto. De otro modo acabaremos controlando una tierra en la ruina más absoluta. Por ejemplo, no seremos capaces de obtener en Alemania materiales de suministro porque deberemos obtenerlos para los propios alemanes. La destrucción de Dresden supone una seria objeción a los bombardeos aliados. Soy de la opinión de que los objetivos militares deberán de ahora en adelante revisarse en nuestro propio interés, antes que en el de nuestros enemigos. El secretario de Exteriores ha hablado conmigo sobre este tema y siento la necesidad de una concentración más precisa en los objetivos militares, como el petróleo y las comunicaciones justo tras la línea de guerra, antes que en meros actos de terror y destrucción, por impresionantes que puedan parecer".






Churchill se quejaba de algo que se venía haciendo tiempo atrás: Hamburgo, Magdeburgo, Bonn, Misburg, Nürenberg, Böhlen, etc. En oriente, Tokyo a la cabeza, entre otras muchas ciudades, sumaba cientos de miles de muertos originados por una estrategia que el propio Churchill reconocía consistente en "incrementar el terror". Si alguien busca un poco más, existe un telegrama fechado el 18 de febrero de 1945 – es decir: tres días después de la barbarie- del teniente coronel Merrick, responsable de la censura en el Cuartel General Aliado , que explica:






"Ha sido hecha pública por error una noticia de A. P. que dice que el Mando Aéreo Aliado ha tomado la decisión de llevar a cabo bombardeos de terror sobre las ciudades aliadas para crear un problema con los refugiados y una ulterior congestión de los centros de comunicación". Merrick añade en un ejercicio notable de cinismo: "Los censores han sido avisados de que esta noticia es totalmente errónea y no debe ser hecha pública. La política aliada es bombardear objetivos militares hasta que la guerra sea ganada; si se provoca un problema con los refugiados a causa de ello, esto es una dificultad accidental de la que el enemigo habrá de ocuparse. Los censores recibirán instrucciones de acuerdo a esto". [1]






Sin embargo días antes Churchill le había prometido a Stalin la destrucción de Dresden, cuyo múltiple objetivo: impresionar a los soviéticos y dar una muestra de gran poder destructivo.


Pero ¿demostrar tal poder con mujeres y niños? al menos eso entendieron los pilotos ingleses, quie fueron los testigos presenciales de tal bajeza.




¿Volar desde Inglaterra para destruir una ciudad de refuguados y en su mayoria mujeres y niños? ¿por que no lo hacen los rusos si ellos están más cerca? bueno se les dijo a los pilotos que en esa ciudad estaba el cuartel de la Gestapo, había una fábrica de gas venenoso y otras mentiras más.


Estos pilotos del primer ataque no sabían que no terminaba alli. Tres horas mas tarde a la 1:30 surge el segundo ataque en donde ni siquiera los bomberos sobrevivieron.




En total se arrojaron 1.477, 7 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas, más una de 4 toneladas. En cuanto a las incendiarias, fueron 650 mil, con un peso de 1.181.6 toneladas. En total se emplearon 1400 aviones.


En esa hora los alemanes contaban con 18 cazas pero no despegaron por falta de combustible.





La película que se guarda en el Imperial War Museum de Londres, muestra durante 10 minutos, cómo el avión con la cámara da vueltas por la ciudad sin recibir ningún tipo de oposición. No hay reflectores ni fuego antiaéreo, menos cazas interceptores. Todo es fuego y destrucción. Cientos de años en arte y cultura fueron reducidos a cenizas. Dresden estaba convertido en un infierno donde se habían quemando cientos de miles de civiles.



El bombardeo no doblegó el espíritu ni la entrega de los alemanes. Mujeres se encargan de sacar a los cadáveres.


A manera de conclusión, esta ''estrategia de guerra'' es la más ridícula que se haya visto en alguna guerra en el mundo entero, nada de eso doblegó el espíritu de los alemanes y continuaron resistiendo unos meses más. Tampoco impresionó a los rusos pues la aviación alemana no respondió con ni un solo caza. En otras palabras es impresionante luchar 1 400 aviones frente a cero aviones del enemigo. A menos que haya un ruso que crea en ese cuento.


Como diría alguien por alli: ''Como no soy dado a "minutos de silencio" y otras mariconadas similares, rogaría en el aniversario de la destrucción de Dresden, una sencilla plegaria por los Occidentales asesinados en aquella hora del infierno."

Nota:


[1] lasantalianza.blogspot.com

lunes, 15 de febrero de 2010

El igualitarismo materialista enajena el comportamiento militar

La Rendición de Breda.

El Marqués de Espínola, comandante de las valerosas tropas de Felipe II, recibe de manos de Justino de Nassau, en Breda, en los Países Bajos, las llaves de la ciudad, que capitula después de una resistencia intrépida. Se trata de uno de los más famosos cuadros de Velázquez.

El general del Rey Católico está revestido con una armadura imponente, sobre la cual una golilla con encajes da una nota de levedad, realzada aún por la gran banda, propia del comandante en jefe. En su mano izquierda se advierte el bastón del mariscal. Justino de Nassau se presenta con un rico traje y usa también golilla y puños de encajes.

La escena ocurre en el campo, en un ambiente estrictamente bélico. Destacamos aquí, para nuestro comentario, la parte central del cuadro, a cuyos lados figuraban las tropas armadas de los combatientes.

El encuentro tiene, no obstante, una nota de distinción y de afabilidad que recuerda una escena de salón. Justino de Nassau, habiendo sido derrotado, se presenta con el sombrero en la mano y entrega las llaves, inclinándose ligeramente. Espínola, por respeto hacia el valiente vencido, está también con la cabeza descubierta. Detrás de él, los hidalgos de su séquito lo imitan. Se advierte que el jefe vencedor, además de inclinarse levemente, contiene con el brazo la reverencia del gentil hombre flamenco; su rostro está lleno de simpatía y consideración. Se ve que felicita al adversario por el valor de la resistencia, atenuando así caballerescamente, lo que el acto de rendición tiene de amargo para el vencido.

Toda una doctrina de cortesía, toda una tradición de nobleza de alma se expresa hasta en los menores pero elocuentes detalles de este cuadro admirable. Elevación de alma que viene de la fe, cortesía nacida de la caridad, que hacían brillar valores espirituales inestimables, en un acto que, en sí mismo, es inevitablemente rudo y humillante, como toda rendición.


* * *
La misma escena en la Segunda Guerra Mundial. Los norteamericanos, valientes defensores del fuerte de Corregidor, en Filipinas, se entregan a los japoneses.
Norteamericanos se rinden a los japoneses

De acuerdo al estilo pragmático y nivelador de nuestros días, todo protocolo entre las partes ha sido suprimido. No hay nada que signifique aprecio y confianza recíproca. El vencedor exige que el vencido levante las manos porque teme una celada. El vencido obedece, también desconfiado, esperando reducir así a la categoría de asesinato vulgar, cualquier ataque de que sea objeto. Por ambos lados, en este encuentro trágico, todo está reducido al mínimo exigido por el espíritu práctico. Ningún valor cultural o moral ilumina el ambiente pesado y vulgar, que sucede al heroísmo inmortal de la resistencia norteamericana. La cortesía, la caballerosidad, la elevación de miras de antaño, ya no se manifiesta en el acto de rendición. Escenas como ésta no sólo ocurren entre norteamericanos y japoneses, sino que se repiten idénticamente entre otros pueblos.


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En uno de sus magníficos discursos a la Nobleza y al Patriciado romano, Pío XII decía que en una verdadera democracia deberían existir “instituciones de aire aristocrático” [1] También ésto es válido para las costumbres.

Desde 1789 en adelante, la sociedad se va nivelando en una progresión alarmante, rumbo a la más completa igualdad. Poco a poco las costumbres se van vulgarizando. Y si llegásemos a la completa igualdad, llegaríamos también a la más completa vulgaridad. Pero como la completa vulgaridad es la reducción de las cosas a su expresión más ínfima, y en las cosas lo que hay de más ínfimo es la materia, ¡el vendaval igualitario nos llevará al más completo materialismo!

Nota:

[1] Cfr. Alocución de 1946, "Catolicismo", nº 64, abril de 1956




domingo, 14 de febrero de 2010

Concepción de la Vida Jerárquica de un cristiano Católico




La onda satánica del igualitarismo, que desde la revolución luterana del siglo XVI hasta el espíritu revolucionario de nuestros días viene atacando, calumniando, solapando y haciendo marchitar todo cuanto es o simboliza Jerarquía, presenta toda desigualdad como una injusticia. Es propio de la naturaleza humana —dicen los igualitarios—que el hombre se sienta disminuido y vejado al curvarse ante un superior. Si lo hace es porque ciertos preconceptos, o el imperio de las circunstancias económicas, le obligan a ello. Pero esta violencia contra el orden natural de las cosas no queda impune. El superior deforma su alma por la prepotencia y por la vanidad que lo llevan a exigir que alguien se curve ante él. El inferior pierde con su gesto alienante algo de la elevación de personalidad propia al hombre libre e independiente. En otros términos, siempre que una persona se curva ante otra hay un vencedor y un vencido, un déspota y un esclavo.

La doctrina católica nos dice exactamente lo contrario. Dios creó el Universo según un orden jerárquico. Y dispuso que la jerarquía fuese la esencia de todo orden verdaderamente humano y católico.

En contacto con el superior, el inferior puede y debe tributarle todo el respeto, sin el menor recelo de rebajarse o degradarse. El superior, a su vez, no debe ser vanidoso ni prepotente. Su superioridad no proviene de la fuerza, sino de un orden de cosas muy santo y deseado por el Creador.


En la Iglesia Católica, las costumbres expresan con admirable fidelidad esta doctrina. En ningún ambiente los ritos y las fórmulas de cortesía consagran tan acentuadamente el principio de jerarquía. Y tampoco en ningún otro se ve tan claramente cuánta nobleza puede haber en la obediencia, cuánta elevación de alma y cuánta bondad puede haber en el ejercicio de la autoridad y de la preeminencia.
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En una cartuja española un monje besa arrodillado el escapulario de su superior. Es la expresión de la más entera sujección.

Sin embargo, considérese atentamente la escena y se verá cuánta varonilidad, cuánta fuerza de personalidad, cuánta sinceridad de convicción, cuánta elevación de motivos el humilde monje arrodillado pone en su gesto. Contiene éste cualquier cosa de santo y caballeresco, de grandioso y sencillo, que hace pensar al mismo tiempo en la “Legende Dorée”, en la “Chanson de Roland” y en las “Fioretti” de San Francisco de Asís.

Arrodillado y desconocido, es este religioso humilde mayor que el hombre moderno, molécula vanidosa, impersonal, anónima e inexpresiva de la gran masa amorfa en que se ha transformado la sociedad contemporánea.


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Tras la humildad del monje consideremos la del gentil hombre.

El Conde y SS Pio XII en el Vaticano

El conde Wladimir d'Ormesson fue hasta mediados de 1956 embajador de Francia ante la Santa Sede. En nuestra fotografía lo vemos revestido con uniforme solemne de diplomático, arrodillado ante el Santo Padre Pío XII con ocasión de una audiencia. Es difícil imaginar una actitud que exprese, tan completamente y al mismo tiempo, una alta conciencia de su propia dignidad y un vivo respeto ante la autoridad excelsa y suprema, ante la cual el embajador tiene la honra de encontrarse. La rodilla en tierra, pero el tronco y el cuello erectos, la nobleza y reverencia del saludo, todo, en fin, muestra cuánto respeto y cuánta dignidad contienen los tradicionales estilos diplomáticos, de los cuales el Conde se muestra aquí intérprete fiel, y que fueron elaborados en los siglos aureos de la civilización cristiana.

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Por otro lado, considérese al prior. Hay una especie de contraste entre su gran figura blanca, erecta, robusta, estable, que expresa autoridad, seguridad y paterna protección y la expresión fisonómica que parece neutra, impasible, serena, un poco distante. La figura expresa la actitud oficial del prior. La fisonomía traduce el desapego, la simplicidad del hombre. Pues no es al hombre en cuanto tal, sino al cargo, a quien el homenaje se dirige.


Y, con el debido respeto, consideremos la posición del Pontífice. Sentado en un pequeño trono, no se levanta para recibir el homenaje del embajador. Sin embargo, inclina ligeramente el busto para aproximarse más al Conde. Conserva su mano en la de él. Da a toda la acogida una nota de amenidad muy marcada. Y manteniéndose, no obstante, enteramente como Papa, da todas las muestras de la más entrañable benevolencia y del mayor aprecio hacia el embajador.



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Cuatro actitudes inspiradas en una visión muy jerárquica de las cosas, todas ellas nobles, dignas, honrosas, aunque cada una a su modo. En una palabra, esplendor de la humildad cristiana y belleza de una vida jerárquica...[1]

Nota:

[1] Catolicismo Nº 70 – Octubre de 1956- http://www.catolicismo.com.br/