sábado, 19 de septiembre de 2009

El Igualitarismo explicado a profundidad




Igualdad entre los hombres y Dios

De ahí el panteísmo, el inmanentismo y todas las formas esotéricas de religión, que pretenden establecer un trato de igual a igual entre Dios y los hombres, y que tienen por objetivo saturar a estos últimos de propiedades divinas.

El ateo es un igualitario que, queriendo evitar el absurdo que hay en afirmar que el hombre es Dios, cae en otro absurdo, afirmando que Dios no existe. El laicismo es una forma de ateísmo, y por tanto de igualitarismo. Afirma la imposibilidad de tener certeza de la existencia de Dios. De donde, en la esfera temporal, el hombre debe actuar como si Dios no existiese. O sea, como persona que destronó a Dios.

Igualdad en la esfera Eclesiática

Supresión del sacerdocio dotado de los poderes del orden, magisterio y gobierno, o por lo menos de un sacerdocio con grados jerárquicos.

Igualdad entre las diversas religiones

Todas las discriminaciones religiosas son antipáticas porque ofenden la fundamental igualdad entre los hombres. Por esto, las diversas religiones deben tener un tratamiento rigurosamente igual. El que una religión se pretenda verdadera con exclusión de las otras es afirmar una superioridad, es contrario a la mansedumbre evangélica e impolítico, pues le cierra el acceso a los corazones.

Igualdad en la Esfera Política

Supresión, o por lo menos atenuación, de la desigualdad entre gobernantes y gobernados. El poder no viene de Dios, sino de la masa, que manda y a la cual el gobierno debe obedecer. Proscripción de la monarquía y de la aristocracia como regímenes intrínsecamente malos por ser anti-igualitarios. Sólo la democracia es legítima, justa y evangélica [1].

Igualdad en la estructura de la Sociedad

Supresión de las clases, especialmente de las que se perpetúan por la vía hereditaria. Abolición de toda influencia aristocrática en la dirección de la Sociedad y el Tonus de la cultura y de las costumbres. La jerarquía natural constituida por la superioridad del trabajo intelectual sobre el trabajo manual desaparecerá por la superación de la distinción entre uno y otro.

Abolición de los cuerpos intermedios
Entre los individuos y el Estado, así como de los privilegios que son elementos inherentes a cada cuerpo social. Por más que la Revolución odie el absolutismo
regio, odia más aún los cuerpos intermedios y la monarquía orgánica medieval. Es que el absolutismo monárquico tiende a poner a los súbditos, aun a los de más categoría, en un nivel de recíproca igualdad, en una situación disminuida que ya prenuncia la aniquilación del individuo y el anonimato, los cuales llegan al auge en las grandes concentraciones urbanas de la sociedad socialista. Entre los grupos intermedios que serán abolidos, ocupa el primer lugar la familia.
Mientras no consigue extinguirla, la Revolución neopagana procura reducirla, mutilarla y vilipendiarla de todos los modos.

Igualdad Económica

Nada pertenece a nadie, todo pertenece a la colectividad. Supresión de la propiedad privada, del derecho de cada cual al fruto integral de su propio trabajo y a la elección de su profesión.

Igualdad en los aspectos exteriores de la existencia

La variedad redunda fácilmente en la desigualdad de nivel. Por eso, disminución en cuanto sea posible de la variedad en los trajes, en las residencias, en los muebles, en los hábitos, etc.

Igualdad de Almas

La propaganda modela todas las almas según un mismo padrón, quitándoles las peculiaridades y casi la vida propia. Hasta las diferencias de psicología y de actitud entre los sexos tienden a menguar lo más posible. Por todo esto, desaparece el pueblo, que es esencialmente una gran familia de almas diversas pero armónicas, reunidas alrededor de lo que les es común. Y surge la masa, con su gran alma vacía, colectiva, esclava [2]

Igualitarismo y Odio a Dios

Santo Tomás enseña [3] que la diversidad de las criaturas y su escalonamiento jerárquico son un
bien en sí, pues así resplandecen mejor en la creación las perfecciones del Creador. Y dice que tanto entre los Ángeles como entre los hombres, en el Paraíso Terrenal como en esta tierra de exilio [4], la Providencia instituyó la desigualdad. Por eso, un universo de criaturas iguales sería un mundo en que se habría eliminado, en toda la medida de los posible, la semejanza entre criaturas y Creador. Odiar, en principio, toda y cualquier desigualdad es, pues, colocarse metafísicamente contra los mejores elementos de semejanza entre el Creador y la creación, es odiar a Dios. [5]

Notas.

[1] SAN PÍO X, Carta Apostólica Notre Charge Apostolique, 25-VIII-1910, A.A.S. vol. II. pp. 615-619.

[2] Cfr. PÍO XII, Radiomensaje de Navidad de 1944, Discorsi e Radiomessaggi, vol. VI, p. 239.

[3] Cfr. Suma Contra Gentiles, II, 45; Suma Teológica, I, q. 47, a. 2.

[4] Cfr. Suma Teológica, I, q. 50, a.4; id. I, q. 96, a. 3-4.

[5] PLINIO CORREA DE OLIVEIRA, Révolution et Contre-Révolution, Págs 68-70.

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